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HUESCA.- Este encuentro de la Diáspora Altoaragonesa, organizado por
la Fundación para el Desarrollo Socioeconómico del Alto Aragón (Fundesa)
y DIARIO DEL ALTOARAGÓN, con la colaboración de Cámara de Comercio
e Industria de la provincia y Ceos-Cepyme Huesca, dispuso en esta ocasión del
patrocinio de Caja Inmaculada.
La mesa presidencial contó con la presencia de la alcaldesa, Ana Alós,
el presidente de la Comarca de La Hoya, Fernando Lafuente, los presidentes de Fundesa
y el diario, Manuel Rodríguez y Mariano Bergua, Jesús Ruiz y María
González por Caja Inmaculada y, por Cámara y Ceos-Cepyme, Fernando Callizo
y Fernando Palacín.
Tras la cena, Jordana recogió una de las esculturas de Vicente García
Plana que, en cada edición de la Diáspora Altoaragonesa y Encuentros con
el Alto Aragón, entrega el director de Fundesa, José Miguel Nasarre, a
los asistentes.
PREGUNTA.- Me imagino que le habrán explicado que en el Ayuntamiento de Huesca
hay una aspiración de crear un polígono agroindustrial. ¿Qué
es lo que le recomienda para poner en marcha e impulsar una industria agroalimentaria
en Huesca, con todo el entorno que tiene?
RESPUESTA- No me atrevo a dar una opinión sobre lo que desconozco, las intenciones
de la alcaldía y si hay o no iniciativa privada suficiente para que haya un
impulso una vez se creen las infraestructuras. Es España sí que he visto
operaciones de este tipo, por ejemplo, en Jerez, donde se hizo un polígono
agroindustrial que, ante el asombro de todos, ha funcionado francamente bien, pero
sé que el proyecto de Tudela está yendo francamente mal.
RAMÓN ARDANUY.- ¿En qué modo está afectando la marca España
en la exportación y comercialización de nuestros productos en el exterior?
R.- La marca España prácticamente no existe, con lo cual hasta ahora su
influencia es nula. Creo que podría ser muy buena, y la verdad es que como
organización de industria estamos jugando mucho a potenciar la marca España
porque, al menos, en alimentación la gastronomía española, ligada
a ella, está reconocida como lo mejor del mundo. Esperamos que haya un tirón,
y a él nos acogemos. Pero, realmente, sí que advierto que, por lo que
sea, no hemos sabido hacer las cosas en el exterior de una forma unitaria. He sido
vicepresidente de la Feria Alimentaria y siempre hemos intentado que fuera la gran
exposición de la alimentación española. Mi sorpresa es que cuando
vas a las grandes ferias mundiales como la Anuga (Colonia, Alemania) o el Sial (Montreal),
el pabellón de España está rodeado del pabellón de Andalucía,
País Vasco, Euskadi y Cataluña… al final, no tenemos un marca de España
potente, sino que estamos construyendo todo lo contrario; pero es un problema "hispano-español",
muy nuestro.
P.- ¿Cómo convencería a los escépticos europeos de la ventaja
de los transgénicos? Hay voces autorizadas que hablan de que es el único
modo real de combatir el hambre, pero sigue pesando la "leyenda negra" (o
"leyenda verde")
R.- Creo que ha habido intereses foráneos o no para que en Europa se hiciera
una campaña antitransgénicos. Europa en los años 80 era la potencial
mundial en transgénicos, de allí que me sorprenda que la oposición
contra los transgénicos no se haya dado en Estados Unidos. Si entráis
en la web de Greenpeace en EEUU y Europa, la posición respeto a los transgénicos
es totalmente diferente. En Europa atacan directamente a la condición sanitaria
de los productos, se ha aterrorizado a la opinión pública. Recuerdo que,
a finales de los 90, la Comunidad Europea hizo un eurobarómetro sobre los transgénicos,
y una de las preguntas capciosas que hacían a la población era si usted
comería tomates con genes. El 68 por ciento dijo que de ninguna manera. Con
una población que desconoce todo, atemorizarle es muy fácil, siempre que
las autoridades y los medios de comunicación no ayuden a la defensa de la verdad,
y no se ha hecho, con lo cual se ha perdido la batalla de la opinión pública.
Tal vez no se haya dado por la parte que tendríamos que haberlo defendido,
entre ellos la propia industria.
Es una sarta de mentiras, científicamente no hay nada en contra de los transgénicos.
La totalidad de los antibióticos, de la insulina y de un montón de productos
farmacéuticos, son todos de origen transgénico. Lo primero que se hizo
en Transgénica es meter a la E-coli, la bacteria del pepino, un gen que producía
la hormona del crecimiento, una empresa que luego fue de farmacia. ¿Habéis
visto alguna réplica cuando se pone una insulina que es transgénica? ¿Por
qué en los vegetales sí, y en cambio, en el resto de las comidas no? Estamos
perdiendo la batalla. El pasado verano tuvimos la experiencia de la bacteria e-coli,
que hubo que clonar, analizar el genoma, para analizar cuál era su origen.
¿En qué país hubo que hacer ese secuencial genético? En China,
que está a la cabeza del mundo en genética, con 53 millones de científicos.
P.- ¿Cree que el consumidor español es consciente de la producción
de industria agroalimentaria española y está dispuesto a asumir ese coste?
R.-Está tan dispuesto a asumir este coste que el 80 por ciento de lo que consume
lo producimos nosotros. Si no estaría comiendo más productos de importación,
porque las fronteras están libres. En época de crisis, hay que mirar el
bolsillo, y eso es lo que ha hecho muy bien el Mercadona, cuando hizo un cambio
del planteamiento inicial en noviembre de 2008. Se dio cuenta de que había
que cambiar las reglas de juego, y el precio debía de ser, nuevamente, muy
importante de cara a la producción de productos alimentarios. Hizo un cambio
radical para buscar ahorros, de forma que los productos que vendía eran y siguen
siendo los más baratos del mercado con una calidad realmente aceptable. Estamos
en una crisis muy profunda, donde la renta de las personas se está deprimiendo
de forma muy importante y hay que dar, al menos, un mínimo de calidad a un
precio que puedan pagarse. Eso es lo que estamos aprendiendo la industria de la
gente y creo que lo estamos haciendo bien, en cuanto a que las importaciones han
crecido un 8 por ciento, cuando las exportaciones crecen un 11 por ciento, es decir,
que mantenemos nuestra competitividad.
P.- ¿Qué porcentaje de capital extranjero hay en la industria agroalimentaria
española?
R.-Cada vez menos, además lo que me ilusiona es que empieza a haber empresas
grandes de capital español en casi todos los sectores y empezamos a tenerlas
fuera de España. El capital extranjero fue muy bueno en nuestro país cuando
llegó en los años 60 y 70, cuando en España teníamos una industria
agroalimentaria muy familiar y local, sin prácticamente empresas de carácter
nacional, y aparecieron las grandes multinacionales que nos enseñaron lo que
era el márquetin. Prácticamente, hasta la llegada de TVE no había
una manera de hacer llegar un anuncio publicitario que llegara a todos los españoles,
y se acudía a radios de carácter nacional. Con ellas llegó el márquetin,
otra forma de tocar el negocio, la comercialización, la logística, el
valor de la marca, tecnología, el patrimonio. Fue un cambio de escenario fundamental.
P.- ¿Qué razón tienen las organizaciones agrarias cuando se quejan
de las diferencias entre precios de origen y de destino?
R.-Creo que ninguna. Es un fenómeno que se ha estudiado bien en España.
Estuve en un consejo que se creó para analizar la evolución de unos precios
de una serie de productos agroalimentarios, no sólo hortofructículas,
y somos un país enormemente competitivo. Cuando hay competencia nadie hincha
los precios, de acuerdo con la condición del mercado. ¿Es verdad que entre
el origen y el destino hay saltos difíciles de comprender? Sí, pero pensad
que siempre hay gastos fijos, y entre comprar el limón en el árbol y todo
lo que significa recogerlo y seleccionarlo, limpiarlo, envasarlo y llevarlo, al
final una cosa que vale un euro la tienen que vender a 1,2 euros, un incremento
que no es nada. El problema está nuevamente en la organización del campo
y lo que no podemos es tener 300.000 explotaciones que hace lo que pueden para sobrevivir
por su cuentas, sin unirse, y 2.400 cooperativas que hacen exactamente lo mismo.
En el sector lácteo española, ahora mismo hay del orden de 40 cooperativas,
en toda Dinamarca hay una y en Francia, dos. No es que la cadena sea ineficaz, sino
nosotros.
Fuente: Diario del AltoAragón